Liturgia de la Palabra en el
VI Domingo del Tiempo durante el Año
Ciclo A
13 de Febrero de 2011
R.P. Mons. José Salvador Torquiaro
(Audio 19' 27")
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En nuestra época oímos hablar con mucha frecuencia de los "derechos humanos" que teóricamente amparan al hombre, como si su sola enunciación bastara para asegurar su cumplimiento. Pero quizá como nunca en la Historia, la sociedad cristiana sufre todo tipo de injusticias que hacen el vivir una peripecia angustiante. Esta situación es consecuencia del abandono de la Ley de Dios por parte de su pueblo. Ley que luego de haber sido dada a Moisés en el Sinaí, llegó a su plenitud por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Quien al liberarla de la coraza que sobre ella habían montado los fariseos con sus incumplibles preceptos, nos habla de deberes, no de derechos. Porque si se cumplieran acabadamente los Diez Mandamientos, no habría que hacer ningún reclamo por los pretendidos "derechos humanos".
La Ley del Talión mandaba devolver mal por mal, sin embargo Jesucristo nos enseña responder al mal con el bien. Con esto quiere hacernos ver la importancia que tiene el dominio de sí mismo. Por eso San Pablo dice, en el capítulo 12 de su Carta a los Romanos, que la mejor manera de vencer el mal es haciendo el bien.
Pero el culmen del perfeccionamiento de la Antigua Ley, está cifrado en el mandamiento nuevo que Jesús nos dio: "Amaos como yo os he amado". Y Él nos amó hasta el extremo de dar su vida por la expiación de nuestros pecados.
Los mandamientos de la Ley de Dios no son una atadura que inmoviliza a los hombres, no coartan su libertad sino que la encauza, no esclavizan al hombre sino que lo libera de la corrupción, del mal y del pecado. Pidamos al Señor que nos haga comprender y vivir su Divina Ley, la que Jesucristo llevó a su plenitud, para conseguir con seguridad nuestra meta.
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Ilustra esta entrada: Fragmento de "Moisés muestra al pueblo los Diez Mandamientos", grabado de Gustave Doré (1865).
una vez mas tuve el honor de estar presente durante las misas de Monseñor: no solo es un regocijo intelectual escucharlo, sobre todo cuando la iglesia san jose carece d eotros sacerdotes competentes, sino que es ademas un moso de llegar a la plenitud espiritual verdadera, cad vez que uno se acerca a su confesionario y simpelmente se retira al finalizar la ceremonia. Gracias a Dios por monseñor Torquiaro!
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