Homilías Dominicales del Ciclo A




domingo, 13 de marzo de 2011

Reto a Satanás


Liturgia de la Palabra en el

I Domingo de Cuaresma

Ciclo A

10 de Febrero de 2008

R.P. Dr. Alfredo Sáenz, S.J.

(Audio 24' 30")



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El desierto puede ser comparado con un teatro en el que se representan dos dramas contradictorios. En su soledad se encuentra a Dios, es la tierra de los esponsales entre el Señor y su pueblo, pero también se sufren las más terribles tentaciones porque es el habitáculo del Demonio. Dos significaciones que quedan conciliadas al considerar que, por designio del Altísimo, es la palestra en que se libra el combate apocalíptico entre Dios y Satanás.

Al desierto se dirigió Jesús luego de su bautismo, no solamente para ayunar y rezar durante cuarenta días, sino para retar a duelo al Príncipe de este mundo, quien lo probaría tres veces. Y como el Demonio nos tienta prometiendo lo que obtendremos de Dios si tenemos paciencia, tentó al Señor con lo mismo que le estaba destinado:
  • ¡Convierte estas piedras en Pan! y Cristo habría de convertir a los gentiles en el pan de su Cuerpo Místico.
  • ¡Tírate de las alturas y los ángeles te llevarán en su mano! y el Señor habrá de ascender visiblemente a los cielos rodeado de ángeles.
  • ¡Te daré todos los reinos de este mundo si postrándote me adoraras! Y algún día Cristo será reconocido como Rey Universal, como lo es ya en derecho y esperanza.
Jesucristo venció las intrigas diabólicas de palabra, respondiendo a cada tentación con la Palabra de Dios: "Está escrito..." Mas como el reto de Cristo, además de vencer al Demonio, tenía por objeto librar a Adán del destierro del Paraíso, quiso derrotarlo de la forma en que nuestro primer padre debió hacerlo: En el Paraíso Satanás se acercó con la mentira y aquí es vencido con la Verdad, allí indujo al orgullo y aquí es derrotado por la humildad, allí incitó a la soberbia y aquí ve cómo se desprecia los honores de este mundo, allí consiguió que el hombre fuera arrojado del paraíso y aquí fue él quien resultó expulsado, allí un ángel flamígero clausurando la entrada luego de la expulsión, aquí los ángeles sirviendo al tentado vencedor.

Pero así como aún luego de esta victoria no dejó de tentar a Jesucristo durante su vida, a nosotros tampoco nos dejará luego del bautismo, y su tentación se hará más encarnizada cuanto más intensifiquemos, durante la Cuaresma, la oración, la penitencia y la limosna.
Miremos pues a Cristo, Supremo Pontífice entre el hombre tentado y el Dios vencedor, y reconozcámonos en Él vencedores de las tentaciones, de modo que podamos exclamar con San Pablo: "¡Gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por Nuestro Señor Jesucristo!"

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Ilustra esta entrada: La Tentación de Cristo (1854), óleo del pintor Ary Scheffer.

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