Homilías Dominicales del Ciclo A




domingo, 6 de febrero de 2011

El Cristianismo, luz de las naciones


Liturgia de la Palabra en el

V Domingo del Tiempo durante el Año

Ciclo A

6 de Febrero de 2011

R.P. Mons. José Salvador Torquiaro

(Audio 21' 59")



Dice el Salmo 111 que se canta en la santa Misa de hoy: "El justo brilla en las tinieblas, como una luz".
Se refiere primeramente al Justo por excelencia, Jesucristo, que ha venido al mundo para erradicar las tinieblas del pecado, ofreciendo un Sacrificio por el cual quiso Dios ser aplacado (*). Pero también nos indica el deber que tenemos los cristianos de seguir el ejemplo de nuestro Señor, en su ardoroso afán de iluminar y calentar la tierra con la luz de su caridad.

En el Evangelio está mandado que los cristianos han de ser sal de la tierra y luz de las naciones. La sal purifica y preserva de la corrupción, pero cuando pierde sus propiedades sólo sirve para ser tirada, 0 para tapar los hoyos que se abren sobre la calzada.

Por ser el mundo que nos rodea un inmenso espejo donde se refleja el hombre, es imposible que la sociedad cambie para mejor si no cambia el hombre para bien. Para eso vino Jesús, para cambiar al hombre con un nuevo nacimiento según el Espíritu. Como dice en el Evangelio de San Juan: "Seguidme, yo os haré pescadores de hombres".
Decían antiguamente los latinos "corruptio optimi, pessima - la corrupción de lo mejor, es lo peor"; por eso, siendo el hombre el pináculo de la creación (sólo debajo de los ángeles), su corrupción determina la muerte de lo creado.
Por eso también es imprescindible que los cristianos, como la buena sal, estemos purificados y dispuestos a purificar y preservar la tierra. Para ello debemos hacer brillar la virtud de la Caridad. Aquella que llevó al buen samaritano a auxiliar a quien lo despreciaba, cuando éste era olvidados por sus hermanos, aunque fueran miembros del clero.
Pasar indiferente frente al hombre que sufre, significa que no se entiende o no se quiere practicar el Cristianismo, pues el Señor ha enseñado con su palabra y son su sangre derramada en la Cruz, que el mayor gesto de amor consiste en dar la vida por los amigos.
¡Qué Jesucristo nos ayude a cumplir sus enseñanzas!

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(*) A propósito, en la Plegaria Eucarística III del Modo Ordinario del Rito Romano se lee: "Réspice, quaesumus, in oblatiónem Ecclesia tuae et, agnóscens Hostiam, cuius voluísti immolatióne placári", que en un Misal de 1970 se traduce como "Mira, Señor, la ofrenda de tu Iglesia y, reconociendo la Víctima por cuya inmolación has querido reconciliarte con nosotros", para ser finalmente en el Misal actual: "por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad".
¿En qué estarán pensando los traductores cuando realizan su trabajo? ¿O tendrán miedo de traducir como debe ser: "por cuya inmolación quisiste ser aplacado"? A ver si se escandaliza el mundo al saber que Dios quiso ser aplacado son la sangre del Justo.

2 comentarios:

  1. tuve el honor de estar presente; como siempre Monseñor Torquiaro es de diez! Y en la San Jose de Flores eso es tan necesario...gracias por publicarlo aca: esto tambien es evangelizar, y de lo mejor
    felicito a la pagina, y agradezco a Dios por el P Jose Torquiaro, un ejemplo de sacerdote

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  2. el comentario anterior fue firmado por mi, y espero que sea publicado de ese modo, ya que es un verdadero honor respaldar a MOnseñor Torquiaro, y quisiera que sea honor no me sea cancelado bajo el rotulo de "anonimo". Soy Cristina Spada.

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